martes, 31 de diciembre de 2013

La verdad.

Sabemos muy bien que uno no puede decir siempre la verdad. Ellos querían que yo la dijera, pero es simplemente imposible. Nadie dice siempre la verdad. La verdad, ¡qué gran tesoro! ¿Hay que recordar cómo las religiones han vertido toneladas de sangre a través de los siglos porque dicen tenerla? Creo que no, pero así como se dice que la verdad es algo que muchos buscan diariamente en las páginas de complejos libros, hay que decir otra cosa sobre la verdad: Es excepcional. Son más las veces que uno miente que las que dice la verdad.

En los negocios no se dice la verdad, en la política no se dice la verdad, en la vida familiar no se dice la verdad, y así en casi todos los campos de la vida humana. Ya dirán algunos que en realidad uno sí dice la verdad, sólo que a medias; ¿pero qué es decir la verdad a medias? En mi opinión, es no decirla en absoluto. Sólo en algunas partes podemos encontrar verdad pura. En el arte, por ejemplo, se pueden encontrar las verdades más bellas y trágicas de la vida humana, dichas sin rodeos por el creador de la obra, quien al hacerlo se libera pero a su vez se expone al rechazo y a las acusaciones por parte de las personas a las que el mensaje llegue.

Es quizás en el arte genuino donde se puede decir la verdad sin vacilaciones, sin restricción, todo por un sentido estético que busca tocar las fibras más finas de nuestro ser. En el arte real, claro está, en el arte desinteresado, no en el banal entretenimiento hecho con fines comerciales, no en esas canciones donde quien escribe la letra y quien la canta son personas diferentes, unidas sólo por un contrato, ¿qué verdad puede haber ahí? Esos son puros negocios, en los que como ya dije, no es usual decir la verdad. Así las cosas, podemos decir que ni siquiera en todo tipo de arte se puede decir la verdad.

Pocos son los que le dicen al jefe que lo odian y que a la mierda con la puntualidad y el buen servicio al público, pocos son los que llegan donde el mal profesor a decirle lo aburrida e inútil que es su clase y lo tortuoso que es cada minuto de esta, pocos son los que mandan a callar a sus amigos cuando empiezan a contar historias que sinceramente no les interesan, pocos son los que dejan su estado de malsana comodidad para luchar por una causa noble que sin duda es arriesgada. En fin, son muy pocos los verdaderamente sinceros, pero en esta sociedad de valores trastocados eso es apenas normal, no hay nada de extraño en que la mayoría de nosotros hagamos parte de esto, la mayoría de veces hasta inconscientemente.


Siendo así, vemos que la verdad es excepcional y es peligrosa, algunos dicen que la verdad nos hará libres, pero bueno, cada quien con sus creencias, yo por mi parte veo más posible el hecho de que termines preso por decir la verdad, o muerto.

martes, 17 de diciembre de 2013

Carta abierta de la élite al líder popular.

Estimado señor, siendo nosotros conocedores de los grandes logros obtenidos a lo largo de su vida pública, de su innegable locuacidad e impecable talento en la oratoria y, por supuesto, del masivo aprecio que hacia usted tiene el pueblo, hemos de hacerle una sutil recomendación para que en los tiempos que se avecinan no tengamos problemas y que las relaciones que hayamos que tener se mantengan de la mejor forma. ¿Cuál es la recomendación? Muy simple: Que su discurso no se atreva a pretender cambiar la realidad de la vida política y social. ¿Para qué seguir esta recomendación? Más simple aún: para que pueda usted culminar su carrera sin amarguras ni desazones y mucho menos complots en su contra.

No nos interesa si es usted de derecha o de izquierda, esa sobrevalorada división ideológica que parece haber definido la historia del siglo XX ya no tiene mayor importancia. Figuras tanto de uno como de otro lado han sido condenadas por las más deshonrosas prácticas, lo que nos lleva a la conclusión de que tal dicotomía no le sirve ya a los que quieren hacer algo bueno por este mundo. Por otro lado, es cierto que ninguno de los firmantes de esta carta estamos interesados en mejorar el estado de las cosas, en lo más mínimo, y es por eso mismo que la redactamos y se la hacemos llegar. ¿Mayor claridad? Está bien: Usted puede hablar sobre un cambio en sus discursos, puede prometerlo incluso, pero no puede pretender que tal cambio ocurra efectivamente, ni siquiera puede usted hacer algo que propicie tal cambio. La razón de esto es muy simple: No sólo nosotros no queremos un cambio, casi nadie en realidad lo quiere. No se extrañe, por favor, es la verdad.

Fíjese bien en las personas, todas están preocupadas sólo por sus pequeños mundos, por llegar puntuales al trabajo, por complacer a sus seres queridos, por no gastar más dinero del necesario, por sentirse y verse bien, etcétera; ¿ha visto a la mayoría de las personas reclamando un cambio? Jamás, la mayoría sólo se conforma con ver el noticiero de 12:30 y quedarse sin entender por qué unos campesinos quieren mejores condiciones y por qué el gobierno le pone tantas trabas al asunto. Saben que eso pasó, pero no saben por qué, por ende mucho menos van a querer apasionadamente un cambio en el estado de cosas. Mientras no los toque, no les va a importar.

Nosotros le damos sustento a la mayoría de las personas, le damos la esperanza de una vida mejor si trabajan más, le damos entretenimiento todas las noches en sus televisores, le damos la protección necesaria para que al menos dentro de sus casas se sientan seguros. Ellos, mientras tanto, nos permiten continuar con nuestros negocios sin mayor inconveniente. Todos felices, el tan anhelado “orden público” como nunca antes. Amos y siervos juntos al fin en armonía, pero tales relaciones sólo se logran porque los siervos no son conscientes de que son tal cosa.

De esa mentira y de unas otras más depende el orden, ¿y quién es usted para intentar violentarlo? ¿El gran salvador, acaso? Con encender las mentes de los inconformes no le será suficiente, recuerde que los deseos incumplidos de las personas que usted dice representar no son los deseos de la mayoría, al menos no de la mayoría de las personas con relevancia, y mientras tal sea el panorama, lamento decirle que sus esfuerzos serán inútiles.

Hay que aclarar de paso que esta no es una amenaza para que usted no se haga al poder, es tan sólo un recorderis para que no olvide con quienes tendrá que relacionarse y a quienes va a tener que permitirle ciertas cosas en caso de que eso suceda. Todo esto lo escribimos para que lo tenga usted en mente, ya que vemos que tiene grandes posibilidades de llegar a ocupar ese puesto tan importante, y lo que menos queremos es tener relaciones difíciles una vez usted se halle en esa posición, sabrá usted que tan pronto se vuelva una piedra en el zapato para nosotros, no habrá dudas sobre la necesidad de sacarlo del camino.

No siendo más, le deseamos la mejor de las suertes y esperamos que esta misiva le ayude a reflexionar sobre sus futuros movimientos, por el bien de todos.

viernes, 1 de noviembre de 2013

La Necesidad, ¿quién la padece? ¿a quién le conviene?

¿Quién va a pensar en moral y en ética cuando se tiene la apremiante necesidad de alimentarse a sí mismo y a la familia? Esas difíciles teorías se las dejamos a Kant y sus amigos, eruditos de siglos pasados, porque a lo que a nuestro pueblo concierne, las necesidades primarias se denominan así porque van antes de cualquier tipo de reflexión o estudio, son simples requerimientos físicos que no dan espera y nos pueden llevar en determinado punto a actuar de forma reprochable.

Afortunados aquellos pensadores que podían pasar meses e incluso años en casas de retiro preguntándose por el sentido de la vida, por el ser y el no-ser, por todas aquellas cuestiones inalcanzables para las mentes de la mayoría, y aunque no hay que negar que algunos de esos personajes son los más eminentes de la historia, ellos se lo deben en gran parte a la condición privilegiada de la que gozaron toda su vida.

Ahora bien, ¿se le pueden exigir tales brillanteces intelectuales a una persona de a pie? Claramente no. No se puede negar que uno siempre puede llevarse la sorpresa de encontrar mentes prodigiosas en lugares donde la esperanza de hallarlas es mínima, pero esas son excepciones muy escasas. La necesidad es urgente, la madre cabeza de hogar que pueda ver un poco más allá de sus narices no dudará mucho en enrolar a su hijo en las fuerzas armadas o en la policía nacional para así evitarse la decepción de tener que cargar en un futuro con un delincuente o drogadicto. Ella sabe que no pasará mucho tiempo para que su criatura tome tales pasos, así que la fuerza pública parece la solución adecuada.

Al igual que la madre cabeza de hogar de aquel pobre barrio, la mayoría de las personas actuamos movidos por la mera necesidad, nos vendemos como mercancía inerte a las estructuras de poder (el aparato estatal y las empresas privadas) y olvidamos cualquier tipo de idealismo que alguna vez haya pasado por nuestra cabeza. Hace años mis viejos se vendieron, ayer un amigo me contó que se vendió, seguro mañana yo me venderé. La mayoría de gente que se vende empieza a sentirse satisfecha cuando ve que su sacrificio es compensado con ascensos, honores o retribuciones extras, las cuales seguramente utilizará para endeudarse y así, ayudar a que se enriquezcan las avaras corporaciones que nos dominan a punta de créditos y ofertas tramposas.

Poder público y poder privado viven unidos en perniciosa alianza, han coexistido por décadas puesto que los intereses de quienes representan tales poderes no son muy diferentes unos de otros, cuando en efecto deberían serlo. Ninguno de los dos es benévolo, tan sólo tienen consigo una serie de facultades y prerrogativas que les permiten reglar y dominar la vida de los hombres, de esa manera mantienen al individuo promedio en una especie de feliz prisión, en la que este se ve obligado a desenvolverse durante toda su vida porque confía en que quienes administran y vigilan lo hacen por amor al prójimo o porque hicieron méritos para ello.

Así pues, la Necesidad aparece como la materia prima que los poderes público y privado usan para dominar a la población y sostener el Sistema. Antes de terminar, unos ejemplos:

1.      En un país maleducado e inculto, el crimen es el pan de cada día, lo que lleva a las autoridades y a la misma comunidad a pensar que la Necesidad urgente es aplicar más fuerza para reprimir a quienes alteran el orden público.
2.      Cada cuatro años, hombres de la más alta alcurnia aseguran que si los elegimos, tendremos el más prometedor de los futuros, y con la Necesidad rebosante del pueblo, estos personajes toman incautos a sus electores y se hacen a un rentabilísimo negocio: la Política.1.       
3.      La persona que por fin; luego de casi 20 años de estudios, consigue un trabajo y un salario decente, es abordada de inmediato por empresas de todo tipo para que consuma, consuma y no deje de consumir. Si no tiene dinero, no importa, se le ofrece todo tipo de formas de pago para que viva endeudado el resto de su vida. Pero recuerde: la Necesidad (creada por las mismas empresas y auspiciada por los medios) de atiborrarse de objetos y así poder lograr buenas impresiones en sus frívolas amistades, es ahora la Más Importante, ¡No importa si usted es un idiota!

miércoles, 23 de octubre de 2013

El fútbol es una cosa, la realidad es otra.

El hecho es que, mientras almorzaba, vi una propaganda que decía “Avanzamos, Lo Logramos” y aparecía una bandera de Colombia y una multitud celebrando con las camisetas de la selección puestas. Antes de ver a la multitud de aficionados al fútbol, pensé: “Con esta propaganda cualquiera se cree que el país está bien”, pero luego de verlos entendí que era un comercial alusivo a la clasificación de Colombia al mundial de 2014. Me causó risa mi pensamiento apresurado, pero después pensé que ese tipo efectos que las propagandas tienen sobre una persona, pueden ser utilizados para fines no muy puros.

Todos hemos experimentado cómo los comerciales y la propaganda en general nos puede llevar a pensar o realizar cosas, a veces hasta inconscientemente. Eso no tiene mayor discusión, pero quien sepa algo, por ejemplo, del régimen nazi que se propagó por Europa en los años 30 y 40, sabrá DE VERDAD la importancia que la propaganda tiene sobre las mentes de las personas, y cómo puede ser usada por los poderes políticos para obtener apoyo ciudadano y cumplir con todos sus fines, por viles que puedan estos ser. No cabe duda que el poderío militar del nazismo lo llevó a tomar control de países diferentes a Alemania, pero fue su maquinaria propagandística lo que lo llevó a tales niveles de aceptación por parte de la comunidad e hicieron de Hitler el personaje que es.

Por supuesto, el contexto de aquellos tiempos en Europa no puede compararse con la actualidad de nuestro país, pero lo mencioné para que veamos que la propaganda es mucho más que la risa que genera Open English o la pena ajena que da al ver a Jorge Hané y su Reduce Fat Fast. La propaganda (como cualquier otro contenido de los medios de comunicación) tiene un propósito definido y por eso debe tomarse críticamente.

Es cierto que estamos en vísperas del mundial y que a la selección Colombia le ha ido muy bien. Yo mismo, que no sé de fútbol y no lo juego ni en Play, estoy emocionado y me veo los partidos de eliminatoria con mucha emoción, claramente porque mi generación no ha visto a Colombia en un mundial y sólo tenemos las anécdotas de los adultos cuando recuerdan las viejas glorias del Pibe y su combo. En fin, un ambiente tan expectante como el de estos momentos es apenas obvio y es magnífico poder compartirlo con todas las personas sin distinción alguna. Lo no tan magnífico es que el sentimiento de unos sea utilizado por otros (directa o indirectamente) para distraer su atención.

No es que sea algo intencionado, pero recordemos que el mundial no es lo único que se viene el próximo año. También hay elecciones presidenciales, y la verdad es que el ambiente está un poco intrincado con la baja favorabilidad de Santos y la férrea oposición tanto por parte de la izquierda como por parte de la derecha. Está además un proceso de paz que tiene ilusionados a unos y escépticos a otros; muchos de estos últimos a su vez pregonando que tal proceso se está usando como campaña de reelección, y que muy probablemente no habrá culminado para el día en que los ciudadanos deban acudir a las urnas a votar.

Lo que acabo de mencionar es lo de primera plana, pero hay muchos más asuntos sucediendo ahora mismo. Entre más informada esté la ciudadanía, más sólido será el criterio que se formará con respecto a la política tanto nacional como local, lo que en últimas será reflejado en las elecciones del próximo año. Hay cuestiones que, en un abrir y cerrar de ojos, hacen que la credibilidad y la transparencia de los gobiernos quede por el suelo, y mucho de eso no se muestra con la frecuencia debida ni con la importancia que merece, y menos de la forma correcta, ¿y cuál es la forma correcta de informar? La que lo logre clara y concisamente, con datos fehacientes y libres de sucias mañas, esas que tanto abundan en cualquier asunto de interés público.

Todo eso tiene que ver con la propaganda, además de los noticieros, porque ella puede lograr que nuestra atención se centre en una cosa solamente y se olvide de la gran cantidad de cuestiones que están sucediendo paralelamente, pero de las que no nos enteramos o no entendemos la magnitud que en realidad tienen, todo porque hay un comercial que nos dice “Avanzamos, Lo Logramos”.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Quieren que cambie el mundo con el estómago vacío.

Nacemos y crecemos. Al crecer, nos hacemos más realistas y le quitamos el tono ilusorio y fantástico a la vida que vivimos y al espacio donde nos ha tocado vivirla. Tal es el proceso de crecimiento de una persona común, ir concientizándose de que las cosas no van a suceder mágicamente y de que la sociedad transparente y amigable en la que creemos habitar, no es más que una utopía propia de la niñez.

Quienes habitamos el mundo, además de ser hostiles, somos incoherentes y apoyamos esa incoherencia y esa hipocresía universalmente para vivir de la más cómoda manera, criticando y juzgando los errores de los demás mientras que ocultamos los nuestros. Muy pocas veces damos la mano a los débiles porque estamos siempre ocupados buscando nuestro beneficio personal, lo cual es hasta normal; pero hay quienes, no contentos con esto, repudian al que se ve obligado a actuar mal para poder sobrevivir. Eso es, en mi opinión, lo más facilista e inconsciente que una persona puede hacer.

Los padres le dicen a sus hijos que actúen bien, los sacerdotes le dicen a los creyentes que actúen bien, los profesores le dicen a sus alumnos que actúen bien, los mandatarios le dicen a sus pueblos que actúen bien, pero ¿podrá un individuo actuar bien cuando no se le da lo necesario para que lo haga? ¿podrá obedecer las leyes cuando quienes las hacen son quienes las quebrantan más gravemente? ¿podrá trabajar para construir un mundo mejor cuando el mundo en el que vive se le presenta diariamente como un infierno?

Si obligar a alguien a hacer algo ya es negativo, imagínense lo que será obligar a alguien a hacer algo sin brindarle los medios para que lo haga. Quienes detentan el poder tienen de su lado una serie de fuerzas que son las que nos obligan física y mentalmente a hacer ciertas cosas y a no hacer otras.

La ley dice que robar es un delito y la policía está ahí para reprender al que roba; pero yo no me abstengo de robar por eso precisamente, sino porque realmente no lo necesito y porque algo en mi interior me dice que no debo. Por otro lado, un desempleado que tiene familia y uno de sus hijos padece de una enfermedad, ¿será que cuando se le presente la oportunidad de delinquir para ganar dinero, no lo hará? En la mayoría de los casos sí lo hará. Al carajo la ley, la moral y la persona que resulte afectada, este personaje va a hacer el mal porque necesita hacerlo, porque tiene una necesidad urgente y quienes deberían ayudarlo a satisfacerla, no lo hacen. Es así de sencillo.

Quien tenga la oportunidad de ser una buena persona, que lo sea; quien tenga los medios para cambiar el mundo, que lo cambie. Sé que personas que viven en situaciones similares a las mías, tendrán posibilidades de escoger lo que quieren ser, y cada quien también tendrá cierto grado de potestad sobre lo que hará. El gran problema reside en los que no tienen tal posibilidad, puesto que aunque haya quienes dicen que uno siempre puede elegir entre el bien y el mal, no es lo mismo elegir libremente que elegir con un gran peso encima.

lunes, 16 de septiembre de 2013

Voy pa' la política.

Ya avisé en mi casa, voy a meterme en política. Creo que empezaré por la alcaldía de Barranquilla, o la Presidencia de la República, al parecer no importa porque si leemos el artículo 40 de la Constitución que dice al principio “Todo ciudadano tiene derecho a participar en la conformación, ejercicio y control del poder político …” nos haremos a la idea de que ya no estamos regidos por las monarquías de hace 5 siglos en las que un ciudadano común no podía ni imaginarse ocupando un cargo de gobernante, sino que nos hallamos en la más liberal y participativa de las democracias de Occidente.

Aunque estoy animado por mis planes, siento que no va a ser tan fácil como pensaba. Cuando le dije a mi papá que iba a meterme en ese cuento, empezó a hablarme de dinero para una campaña, de que necesitaba nosecuántos millones de pesos para tener un chance de quedar. Él sabe más de estas cosas que yo, pues apenas soy un principiante, pero ¿que me venga a decir que necesito tales cantidades de dinero para ocupar un puesto en política? ¡Me parece absurdo! Si el 54% de los asalariados en Colombia ganan un mínimo, ¿De donde van a sacar plata para la campaña? ¿Y qué decir de los que ganan menos de eso? Esos sí están rezagados al anonimato.

Me acechó entonces la siguiente pregunta: ¿Entonces los que entran en política son nada más los ricos? La respuesta es No. Si bien es cierto que para un rico sería más fácil entrar con éxito en la política, para nadie es un secreto que esto no es necesario, ya que para influir en las grandes decisiones no se necesita ostentar un cargo de elección popular, lo que se necesita (y qué fea es la realidad) es tener dinero suficiente para comprar a quienes ostentan tales cargos y dignidades, quienes a cambio de jugosas sumas dinerarias están dispuestos a meterle el hombro a lo que Mr. Rico quiera que se haga.

¿Entonces los que entran en el juego no son más que vendidos en busca del lucro personal? La gran mayoría. Si no tienes dinero, piensa: ¿Crees que Mr. Rico te va a apoyar para tu campaña si tus intenciones son velar por el interés general de los colombianos, a tal punto que tengas que denunciar todas las cosas malas que él ha hecho? ¿De verdad crees que eso pasará? Aquí todo es con negocios, dando y dando, nada es gratis. Si el interés general no choca con el interés particular de los poderosos, alabado sea Dios; pero si chocan, de malas por el interés general porque lo más probable es que el particular se imponga.

¿Qué hacer entonces si se quiere estar en el juego pero no se tiene dinero y tampoco se quiere ser bandido? Difícil posición, pero igual puede intentarse. Si en verdad crees ser un alma incorruptible y transparente, probablemente el Capitolio y la Casa de Nariño no sean lugares para ti, no porque no lo merezcas sino porque para llegar a tales instancias es casi un requisito dejar de lado el pensamiento utópico y gran parte de la bondad y la honestidad.

El cuento de que todos tenemos derecho a elegir y ser elegidos tiene el mismo destino que la mayoría de los derechos que nuestra Constitución contempla: No se materializa. La política es reservada, es para los que tienen dinero y para los que están dispuestos a ensuciarse con todo el lodo del pantano, y no precisamente para los que tienen ideales firmes y rectos, ni para los que se sensibilizan por las más nobles causas. Estos últimos deben conformarse con la migajas de lo que algunos les den por compasión, mientras que los primeros disfrutan impávidos del festín que día a día nosotros dejamos que se coman.

++ Como Uribe, que va para el Senado, pero eso no es lo más triste, lo más triste es que por supuesto saldrá electo.
++ Como Santos y su nuevo Ministro de Agricultura, que ayer era gerente de una cuestionada empresa, y hoy es quien supuestamente va a mejorar la situación de los campesinos.

sábado, 31 de agosto de 2013

El problema de abrirse paso.

En “El hombre en busca de sentido”, el doctor Viktor Frankl enuncia lo siguiente: “…Hay dos razas de hombres en el mundo y nada más que dos: la raza de los hombres decentes y la raza de los hombres indecentes. Ambas se entremezclan en todas partes y en todas las capas sociales. Ningún grupo social se compone exclusivamente de hombres decentes o indecentes. En este sentido, ningún grupo es de «raza pura»…”

A pesar de que los ricos, en su soberbia, tilden a los pobres de vulgares y oportunistas; y de que los pobres, por la envidia, tilden a los ricos de avaros y ociosos; lo cierto es que estos juicios están muy tocados por pasiones y sentimientos que los hacen frágiles e infundados. Hombres decentes e indecentes, honestos y farsantes, virtuosos y vicios, como muy bien lo dice Frankl, están mezclados en todas las capas sociales y a ninguna pertenecen un tipo específico de estos. He ahí la injusticia del mundo, en que muchos hombres viles tienen buena suerte y muchos hombres excelentes no tienen tanta.

Sabiendo esto, tenemos ya una explicación de por qué la vida en sociedad es una guerra permanente y por qué hay personas que hacen tanto daño para alcanzar una posición o para mantenerse en la que están. ¿Qué persona acomodada va a ceder su noble estatus a una desafortunada, sólo por el hecho de que esta lo merece y aquella no? Ninguna. No está en nuestra naturaleza ser justos y muchos menos mártires. El que nace siendo heredero de una fortuna acumulada por su padre tras muchos años de esfuerzo, no va a donarla a los desamparados por el hecho de que él no la consiguió y por tanto no la merece; al contrario, va a sacar todo el provecho de ella y multiplicarla de ser posible. Eso haría él y eso haríamos todos, de hallarnos en tal posición.

Por otro lado, los que nacemos sin grandes cosas, los que no somos hijos de nobles ni de magnates de la industria, buscamos día a día la manera de escalar socialmente, sabemos que tendremos que sacrificarnos y actuar con inteligencia si queremos lograrlo, nos da miedo, pero no hay otra opción. Se nos pide astucia, fuerza y perseverancia si queremos obtener algo de grandeza, pero muchas personas no tienen eso y por ende, están condenadas de antemano. ¿Por qué esas cualidades que acabo de mencionar no se le piden al afortunado heredero? Pues por el hecho mismo de ser Afortunado, esta persona recibirá todo sin tener que dar nada. Las cosas son así, han sido así y serán por siempre así.

En infinidad de ocasiones, los desafortunados utilizan cualquier camino para alcanzar una alta posición. Esto es reprochable, pero a la vez justificable. Reprochable porque el orden de las cosas es, por naturaleza, desigual e injusto, pero cambiar este orden a la fuerza (Ojo, a la fuerza) puede ser peor que mantenerlo intacto. Sin embargo, es justificable porque los valores morales elevados, el talento innato para las artes o las ciencias y las demás virtudes que puedan existir, son rasgos de un selecto grupo, mientras que el común de la población desea el escalonamiento fácil y la satisfacción inmediata de apetitos, en muchas ocasiones sin entrar a considerar si los medios utilizados son perjudiciales para los demás.

Llámense mafiosos, contrabandistas o narcotraficantes, son estos los típicos ejemplos de quienes se abren paso mediante la violencia, infligiendo dolor con cada movimiento que realizan. La sociedad tan corrupta en la que habitan es un espacio propicio para la realización de sus fines, pero en todo caso sus vidas nunca terminan de buena forma. Al observar la manera en que vivían antes de empezar sus labores criminales, nos daremos cuenta de la escasez y la desesperación que los rodeaban, lo cual puede en cierto modo justificar su actuar, pero sólo parcialmente, porque al igual que ellos, muchas personas padecían las mismas condiciones y decidieron no actuar así.


De ninguna manera estas consideraciones pueden tomarse para afirmar que tales conductas son beneficiosas, puesto que eso sería aprobar todo el mal que unos cuantos personajes han infligido a la humanidad; lo que sí afirmo es que el deber de las personas en este mundo injusto es abrirse paso todo lo que puedan, eso sí, haciendo el menor daño posible a los demás, porque de lo contrario estaríamos contribuyendo a hacer del mundo un lugar más hostil de lo que ya es. En otras palabras, el mayor beneficio propio con el menor menoscabo al derecho de los demás, es el ideal a seguir.

miércoles, 21 de agosto de 2013

Delinque desde la legalidad y vencerás.

En este mundo en que vivimos, las apariencias son lo más importante. Lo que aparentas ser, para la mayoría, es lo que eres. Independientemente de la opinión que esto le merezca a cada uno, lo cierto es que quien se haya quitado el velo de la ingenuidad podrá palpar diariamente que este adagio posee toda la validez posible, y podrá darse cuenta también que las personas que entienden la supremacía de las apariencias sobre la esencia (o sea, del parecer sobre el ser), utilizan este pensamiento a su favor para obtener poder y estatus social.

Para ilustrar esto un poco, es preciso un ejemplo. Aquel individuo o grupo que abiertamente haga el mal, que asuma honestamente su tendencia antisocial y la materialice con actos perjudiciales, quedará inmediatamente en la memoria de la comunidad como perverso y terrorista. Eso es totalmente válido, pero por otro lado, un individuo o grupo, que estando formalmente del lado de la legalidad e investido de las facultades y dignidades que esa posición le otorgan, podrá hacer el mal de manera oculta cuantas veces le sea posible, pues mientras su actos no sean descubiertos y mostrados al público, siempre conservará su honorabilidad y así quedará en la memoria de los que nunca conozcan su verdad.

Si se entiende este ejemplo, se descubrirá la veracidad de la frase del principio. No es solamente ser, sino parecer. Quien delinque y aparenta bondad y rectitud, le lleva una vasta ventaja al que delinque y se halla ante la opinión pública como lo que es, un delincuente.

Esta cuestión es clara y sobre ella podemos encontrar infinidad de ejemplos en todos los ámbitos de la vida. En el ámbito que nos concierne, que es el político-social, es donde se presentan con mayor frecuencia y gravedad estos casos; dado que tenemos tantos personajes aparentemente del lado de la legalidad, aprovechándose de esta situación para mantener a las masas pobres e ignorantes, víctimas de una perversa guerra entre ellos y sus enemigos. Por otro lado, tenemos a los grupos que actúan al margen de la ley y que son objetivo constante de la opinión pública y de los políticos para todas sus jugadas.

Un gobierno elegido “democráticamente” está en capacidad de hacer un mal más ostensible que un grupo terrorista por los siguientes motivos: Primero, porque se haya dentro de la legalidad y posee la confianza de la mayoría; Segundo, porque sus actuaciones se presumirán válidas hasta tanto se demuestre lo contrario, y demostrar esto puede ser peligroso; Tercero, porque tienen a su favor a los medios de comunicación, quienes se encargan al mismo tiempo de ofrecer una información parcializada de los acontecimientos relevantes; y Cuarto, porque en pueblos dóciles como el nuestro la autoridad se respeta sin chistar.

Teniendo esto claro, entenderemos por qué en los países como Colombia la corrupción a pequeña y gran escala está a la orden del día, y al ser esta practicada finalmente por sucios intereses económicos, agrava inexorablemente los problemas que supuestamente los gobiernos quieren día a día solucionar: la brechas tan amplias de desigualdad, los conflictos armados, la precaria educación, la ineficaz administración de justicia, etc. Problemas que llevan muchas décadas afligiendo a estos países y que a la luz de hoy, aunque se hayan mitigado algunos de estos, no encuentran una solución general.

Tantas son las injusticias que se han cometido auspiciadas por los poderosos en detrimento de los más débiles, que un descontento generalizado en la población afectada es apenas obvio. El Estado se proclama garante y protector de los derechos de todos pero la realidad material evidencia otra cosa, nos muestra que los supuestos servidores de la comunidad no son sino servidores de los intereses de ellos mismos y de sus cómplices, aquellos que no ostentan dignidades políticas pero que con su poder económico tienen una voz muy fuerte en todo lo que se hace y deja de hacerse en asuntos de interés público.


Es una lástima escuchar a las personas referirse al conflicto armado en Colombia como el primer y último mal que nos aqueja, como la génesis de todos los infortunios sufridos por nuestro pueblo a lo largo de las décadas. No tienen idea de lo equivocados que están. El conflicto armado, más que una causa, es una consecuencia de la degeneración social que nos rodea desde el principio; no hace 10 ni 50 años, hace siglos; y es esa misma degeneración la que se halla en todos los sectores de la sociedad; no sólo en la clase menos favorecida, sino también en la clase alta tradicional, en la oligarquía que desde los tiempos coloniales ha ostentado el poder político y económico y que desde la legalidad ha delinquido más que cualquier grupo ilegal pero que a pesar de todo, aún sigue venciendo.

lunes, 12 de agosto de 2013

Derecho y opinión pública basada en la ignorancia

“Todos somos muy ignorantes, lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas”. Esta frase de Einstein, aunque trillada, resulta conveniente para lo que comentaré a continuación, ya que es la base sobre la que debemos partir y es una tesis muy acertada, a juzgar por el limitadísimo conocimiento que las personas promedio adquirimos en el transcurso de nuestras vidas.

Ordinariamente, una persona común se desarrolla en un área específica del conocimiento y lo hace generalmente para poder desempeñarse de manera idónea en el ámbito laboral. En realidad son minoría las personas que dedican su vida al conocimiento puro, por el amor hacia este y el deseo de adquirirlo de la forma más perfecta; esto, por supuesto, es mucho más palpable en Colombia, donde la educación no es ni de lejos una prioridad. Así las cosas, generalmente es sólo en un campo donde las personas se desenvuelven más o menos bien, teniendo posiblemente escasos conocimientos de otras áreas, pero en todo caso ignorando en absoluto la gran mayoría de estas.

Yo, que me estoy educando en el derecho, entiendo cada vez más todas las situaciones y procedimientos que a diario los medios masivos de comunicación exponen de manera superflua y, casi siempre, sensacionalista. Al escuchar la precaria presentación que los medios realizan de los procesos judiciales, los escándalos de corrupción, y demás, mi primera reacción es de risa; pero luego, se vuelve una triste indignación al percatarme de la idea tan equivocada y perjudicial que estos reportes le ofrecen a la comunidad en general, porque como es obvio, no todos conocen el derecho ni entienden los procedimientos.

Yo no sé nada de ingeniería, de ninguna, no sé cómo se establece una red informática ni cómo se construye un puente; pero un ingeniero, que probablemente no sabe nada de derecho, no tendrá idea de cómo se desarrolla un proceso penal. Si a una persona ajena a los saberes jurídicos le dicen: “Juez deja en libertad a joven que en estado de embriaguez mató a dos mujeres” y no le explican nada más, lo más lógico es que lance improperios de tipo “A ese juez lo compraron”, “La justicia es para los pobres” y muchos otros más deshonrosos que, para nuestro pesar, tienen alguna validez gracias a los dos mayores vicios de la administración de justicia de nuestro país: ineficiencia y corrupción.

Si bien es cierto que estas dos características se presentan en los procesos judiciales más de lo que deberían, no es menos cierto que la mayoría de las decisiones de las autoridades  tienen un fundamento legal. El hecho de que no le apliquen medida de aseguramiento en centro carcelario a un joven que conduciendo ebrio mató a dos personas (esta es una medida que el fiscal solicita al juez cuando el indiciado representa un peligro para la sociedad) tiene unas explicaciones de índole netamente jurídicas y específicas para cada caso, pero esto JAMÁS quiere decir que el sujeto quedó libre y el proceso ha finalizado, es sólo que no estará en prisión mientras éste se desarrolla.

Para alguien que conozca la ley y tenga criterio, esto es muy claro y no representa mayor dificultad, pero ¿será que todos se encuentran en tales condiciones? La respuesta es claramente negativa, no sólo desconocen por completo estas situaciones sino que, prejuiciados por la mala fama que la justicia colombiana se ha ganado a través de la historia, critican impávidamente todas sus movidas, respaldados a su vez por la gran mayoría de personas que opinan igual.

El problema de los asuntos jurídicos y la opinión pública es precisamente ese, que diariamente son estas cuestiones las que se tratan en los noticieros, pero no de una forma seria y pedagógica, sino de un modo novelesco y sensacionalista, que busca excitar de inmediato las emociones de los que no manejan esa temática. Para lo único que sirve ese modo de exponer noticias es para aumentar el reproche social hacia la Justicia y hacia quienes sirven (o deberían servir) a ella. Jamás se le enseña al individuo común a entender lo que se le muestra ni a interpretar lo que dé lugar a ello, sólo se le enseña a tragar en seco todos esos contenidos que no entiende, a que no cuestione nada y a que salga a la calle a repetir como loro informaciones incompletas y opiniones ajenas.

miércoles, 7 de agosto de 2013

¿Por qué ser conservador en Colombia?

Muchas veces el librepensamiento puede conducir a una manifiesta hostilidad hacia las doctrinas que propugnan un hermetismo mental, herederas de siglos pasados donde el monopolio intelectual y espiritual estaba en cabeza de la institución más corrupta e hipócrita de la historia: la iglesia. En aquella época esto era lo que imperaba; pero actualmente, gracias a los inimaginables esfuerzos de algunas mentes ilustres; esto dejó de ser lo comúnmente aceptado.

Hasta en un país tan conservador y católico como Colombia podemos escuchar voces abiertamente en contra de aquellas posturas retrógadas que, sumándoles el ostensible poder de quienes las manifiestan, llegan fácilmente a convertirse en estándares sociales impuestos a manera de leyes, lo que les hace poseer clara legitimidad. Estas voces opositoras de las que hablo, cada vez penetran en más mentes y hacen lo propio: las abren.

Saber esto es un gran aliento. Quienes somos partidarios de la contradicción, del debate y del pluralismo, estimamos mucho estas manifestaciones y cuando tenemos noticia de alguna de ellas decimos: “hay más gente pensando”. Sin embargo, esto no puede ser en ningún momento motivo para bajar la guardia, puesto que si bien es cierto que estas posturas divergentes cada día se infiltran en más mentes, no es menos cierto que a pesar de todo lo debatido, luchado y demostrado,  los que pensamos diferente seguimos siendo menos.

Estamos en el 2013 y seguimos siendo minoría, esto es un hecho y una gran ventaja para las mentes conservadoras. Cuando hablo de mentes conservadoras no me refiero a los miembros del Partido Conservador solamente, sino a todos aquellos que, sin importar el partido en el que militen, poseen una mente hermética. Estos personajes son mayoría y los que dentro de sus grupos ostentan el poder, tienen a su servicio a esa masa amorfa de personas desprovistas de cualquier criterio propio y herederas del pensamiento inquisidor de la Edad Media. Es en esta cuestión, y en ninguna otra, donde reside la ventaja del pensamiento conservador.


Teniendo esto claro, es apenas obvio que en el sistema democrático que nos rige,  las decisiones políticas sean casi siempre predecibles e indeseadas para todos aquellos que tienen memoria histórica; lo cual parece ser una excepción frente a la gran mayoría de amnésicos que en nuestro país viven. Todas estas posturas, juicios y determinaciones que en ocasiones los librepensadores despreciamos, poseen una caudalosa aceptación por parte del común de la sociedad colombiana, y es esto lo que les da la firmeza que necesitan para mantenerse en pie a pesar de todo. El problema no es de los políticos, el problema es de todos nosotros, sociedad mansa.