Recordé hoy que el próximo fin de semana serán las
elecciones y por ende habrá ley seca. ¡Qué tristeza! ¿Qué haremos ahora? Yo,
por mi parte, les compartiré esta reflexión que me parece muy pertinente en
estas fechas.
Si tenemos claro que el voto es una de las más
representativas manifestaciones de lo que se conoce como Democracia, llegaremos
a dos conclusiones: Primera, que el voto popular es una cuestión seria y que
como derecho debe ser ejercido de manera consciente para que todo este tema del
interés general sea real y efectivo; y segunda, que los que aún creen que en
Colombia hay una democracia respetable están muy lejos de la realidad, ya que
lo que aquí hay es una versión bastante triste de esta forma de gobierno.
Todos los candidatos se presentan con unos programas y
unas tesis que le dan fundamento a su discurso, ¿Pero quién los lee y los critica?
¿Acaso será la mayoría de la población votante? Por supuesto que no. Los
dichosos programas que los aspirantes presentan al momento de lanzarse a la
contienda electoral no son la principal razón por la que la gente decide votar
por este y no por aquel, y aunque no voy a llegar al extremo de decir que esos
planes de gobierno no son más que una sarta de mentiras con una apariencia
bastante formal y esperanzadora, sí voy a afirmar que la verdadera razón por la
que la mayoría de las personas vota por un candidato X es más sencilla de lo
que se cree. ¿Cuál es, entonces, la razón? Muy simple: uno vota por el
candidato que más le ofrece beneficios a uno y a los suyos.
¿Beneficios personales? ¿De eso se trata todo? Sí, de
eso se trata, eso es lo que mueve la maquinaria política tradicional: La
necesidad personal que es posible satisfacer mediante los beneficios que, de
salir electo, podrá brindarnos nuestro amigo candidato. ¿Por qué son tan pocos
los que rechazan esto? Porque en este país de pocas posibilidades, el ciudadano
necesitado se conforma con unas migajas que mitiguen el hambre suya y de su familia.
Y eso no se critica, pues tiene todo el sentido del mundo, el hambre mitigada
rápidamente es más atractiva que alzar la voz en contra de la tradición de
nuestra política “democrática”.
Pensemos en que la necesidad de los miles de
ciudadanos por tener mejores condiciones de vida desapareciera, pensemos en que
el destino de las personas de precaria situación económica dejase de depender
de su participación en el sistema político, ¿Qué pasaría? Pasaríamos de pensar
en las demandas básicas para nuestro sostenimiento a pensar en cuestiones trascendentales,
en darle el verdadero sentido que la política merece, no el de simple negocio
disfrazado de actividad virtuosa y altruista; puesto que así es como es en la
actualidad, casi todo está asegurado para el que tiene los medios económicos.
Es una situación compleja, no hay una verdadera
libertad de voto, no la hay para mi, probablemente para ti tampoco. Quizás
aquella persona desvinculada de la política sí tenga plena autonomía al momento
de escoger al candidato que prefiera, pero muy seguramente no le interesa y
hará caso omiso a estos eventos que se presentan cada 4 años. Más allá de
cualquier invitación a votar a consciencia (que sería hipócrita en demasía), esta es una invitación a reflexionar sobre algo que parece muy simple, pero que no lo
es. Reflexionar individualmente podría ayudar a un cambio dentro de algún
tiempo.