En “El hombre en busca de sentido”, el doctor Viktor
Frankl enuncia lo siguiente: “…Hay dos razas de hombres en el mundo y nada más
que dos: la raza de los hombres decentes y la raza de los hombres indecentes. Ambas
se entremezclan en todas partes y en todas las capas sociales. Ningún grupo
social se compone exclusivamente de hombres decentes o indecentes. En este
sentido, ningún grupo es de «raza pura»…”
A pesar de que los ricos, en su soberbia, tilden a los
pobres de vulgares y oportunistas; y de que los pobres, por la envidia, tilden
a los ricos de avaros y ociosos; lo cierto es que estos juicios están muy
tocados por pasiones y sentimientos que los hacen frágiles e infundados. Hombres
decentes e indecentes, honestos y farsantes, virtuosos y vicios, como muy bien
lo dice Frankl, están mezclados en todas las capas sociales y a ninguna pertenecen
un tipo específico de estos. He ahí la injusticia del mundo, en que muchos hombres
viles tienen buena suerte y muchos hombres excelentes no tienen tanta.
Sabiendo esto, tenemos ya una explicación de por qué la
vida en sociedad es una guerra permanente y por qué hay personas que hacen
tanto daño para alcanzar una posición o para mantenerse en la que están. ¿Qué
persona acomodada va a ceder su noble estatus a una desafortunada, sólo por el
hecho de que esta lo merece y aquella no? Ninguna. No está en nuestra
naturaleza ser justos y muchos menos mártires. El que nace siendo heredero de
una fortuna acumulada por su padre tras muchos años de esfuerzo, no va a donarla
a los desamparados por el hecho de que él no la consiguió y por tanto no la
merece; al contrario, va a sacar todo el provecho de ella y multiplicarla de ser
posible. Eso haría él y eso haríamos todos, de hallarnos en tal posición.
Por otro lado, los que nacemos sin grandes cosas, los que
no somos hijos de nobles ni de magnates de la industria, buscamos día a día la
manera de escalar socialmente, sabemos que tendremos que sacrificarnos y actuar
con inteligencia si queremos lograrlo, nos da miedo, pero no hay otra opción. Se
nos pide astucia, fuerza y perseverancia si queremos obtener algo de grandeza,
pero muchas personas no tienen eso y por ende, están condenadas de antemano. ¿Por
qué esas cualidades que acabo de mencionar no se le piden al afortunado
heredero? Pues por el hecho mismo de ser Afortunado, esta persona recibirá todo
sin tener que dar nada. Las cosas son así, han sido así y serán por siempre
así.
En infinidad de ocasiones, los desafortunados utilizan
cualquier camino para alcanzar una alta posición. Esto es reprochable, pero a
la vez justificable. Reprochable porque el orden de las cosas es, por naturaleza,
desigual e injusto, pero cambiar este orden a la fuerza (Ojo, a la fuerza) puede
ser peor que mantenerlo intacto. Sin embargo, es justificable porque los
valores morales elevados, el talento innato para las artes o las ciencias y las
demás virtudes que puedan existir, son rasgos de un selecto grupo, mientras que
el común de la población desea el escalonamiento fácil y la satisfacción
inmediata de apetitos, en muchas ocasiones sin entrar a considerar si los
medios utilizados son perjudiciales para los demás.
Llámense mafiosos, contrabandistas o narcotraficantes,
son estos los típicos ejemplos de quienes se abren paso mediante la violencia, infligiendo
dolor con cada movimiento que realizan. La sociedad tan corrupta en la que habitan
es un espacio propicio para la realización de sus fines, pero en todo caso sus
vidas nunca terminan de buena forma. Al observar la manera en que vivían antes
de empezar sus labores criminales, nos daremos cuenta de la escasez y la
desesperación que los rodeaban, lo cual puede en cierto modo justificar su
actuar, pero sólo parcialmente, porque al igual que ellos, muchas personas
padecían las mismas condiciones y decidieron no actuar así.
De ninguna manera estas consideraciones pueden tomarse
para afirmar que tales conductas son beneficiosas, puesto que eso sería aprobar
todo el mal que unos cuantos personajes han infligido a la humanidad; lo que sí
afirmo es que el deber de las personas en este mundo injusto es abrirse paso
todo lo que puedan, eso sí, haciendo el menor daño posible a los demás, porque
de lo contrario estaríamos contribuyendo a hacer del mundo un lugar más hostil
de lo que ya es. En otras palabras, el mayor beneficio propio con el menor
menoscabo al derecho de los demás, es el ideal a seguir.