sábado, 31 de agosto de 2013

El problema de abrirse paso.

En “El hombre en busca de sentido”, el doctor Viktor Frankl enuncia lo siguiente: “…Hay dos razas de hombres en el mundo y nada más que dos: la raza de los hombres decentes y la raza de los hombres indecentes. Ambas se entremezclan en todas partes y en todas las capas sociales. Ningún grupo social se compone exclusivamente de hombres decentes o indecentes. En este sentido, ningún grupo es de «raza pura»…”

A pesar de que los ricos, en su soberbia, tilden a los pobres de vulgares y oportunistas; y de que los pobres, por la envidia, tilden a los ricos de avaros y ociosos; lo cierto es que estos juicios están muy tocados por pasiones y sentimientos que los hacen frágiles e infundados. Hombres decentes e indecentes, honestos y farsantes, virtuosos y vicios, como muy bien lo dice Frankl, están mezclados en todas las capas sociales y a ninguna pertenecen un tipo específico de estos. He ahí la injusticia del mundo, en que muchos hombres viles tienen buena suerte y muchos hombres excelentes no tienen tanta.

Sabiendo esto, tenemos ya una explicación de por qué la vida en sociedad es una guerra permanente y por qué hay personas que hacen tanto daño para alcanzar una posición o para mantenerse en la que están. ¿Qué persona acomodada va a ceder su noble estatus a una desafortunada, sólo por el hecho de que esta lo merece y aquella no? Ninguna. No está en nuestra naturaleza ser justos y muchos menos mártires. El que nace siendo heredero de una fortuna acumulada por su padre tras muchos años de esfuerzo, no va a donarla a los desamparados por el hecho de que él no la consiguió y por tanto no la merece; al contrario, va a sacar todo el provecho de ella y multiplicarla de ser posible. Eso haría él y eso haríamos todos, de hallarnos en tal posición.

Por otro lado, los que nacemos sin grandes cosas, los que no somos hijos de nobles ni de magnates de la industria, buscamos día a día la manera de escalar socialmente, sabemos que tendremos que sacrificarnos y actuar con inteligencia si queremos lograrlo, nos da miedo, pero no hay otra opción. Se nos pide astucia, fuerza y perseverancia si queremos obtener algo de grandeza, pero muchas personas no tienen eso y por ende, están condenadas de antemano. ¿Por qué esas cualidades que acabo de mencionar no se le piden al afortunado heredero? Pues por el hecho mismo de ser Afortunado, esta persona recibirá todo sin tener que dar nada. Las cosas son así, han sido así y serán por siempre así.

En infinidad de ocasiones, los desafortunados utilizan cualquier camino para alcanzar una alta posición. Esto es reprochable, pero a la vez justificable. Reprochable porque el orden de las cosas es, por naturaleza, desigual e injusto, pero cambiar este orden a la fuerza (Ojo, a la fuerza) puede ser peor que mantenerlo intacto. Sin embargo, es justificable porque los valores morales elevados, el talento innato para las artes o las ciencias y las demás virtudes que puedan existir, son rasgos de un selecto grupo, mientras que el común de la población desea el escalonamiento fácil y la satisfacción inmediata de apetitos, en muchas ocasiones sin entrar a considerar si los medios utilizados son perjudiciales para los demás.

Llámense mafiosos, contrabandistas o narcotraficantes, son estos los típicos ejemplos de quienes se abren paso mediante la violencia, infligiendo dolor con cada movimiento que realizan. La sociedad tan corrupta en la que habitan es un espacio propicio para la realización de sus fines, pero en todo caso sus vidas nunca terminan de buena forma. Al observar la manera en que vivían antes de empezar sus labores criminales, nos daremos cuenta de la escasez y la desesperación que los rodeaban, lo cual puede en cierto modo justificar su actuar, pero sólo parcialmente, porque al igual que ellos, muchas personas padecían las mismas condiciones y decidieron no actuar así.


De ninguna manera estas consideraciones pueden tomarse para afirmar que tales conductas son beneficiosas, puesto que eso sería aprobar todo el mal que unos cuantos personajes han infligido a la humanidad; lo que sí afirmo es que el deber de las personas en este mundo injusto es abrirse paso todo lo que puedan, eso sí, haciendo el menor daño posible a los demás, porque de lo contrario estaríamos contribuyendo a hacer del mundo un lugar más hostil de lo que ya es. En otras palabras, el mayor beneficio propio con el menor menoscabo al derecho de los demás, es el ideal a seguir.

miércoles, 21 de agosto de 2013

Delinque desde la legalidad y vencerás.

En este mundo en que vivimos, las apariencias son lo más importante. Lo que aparentas ser, para la mayoría, es lo que eres. Independientemente de la opinión que esto le merezca a cada uno, lo cierto es que quien se haya quitado el velo de la ingenuidad podrá palpar diariamente que este adagio posee toda la validez posible, y podrá darse cuenta también que las personas que entienden la supremacía de las apariencias sobre la esencia (o sea, del parecer sobre el ser), utilizan este pensamiento a su favor para obtener poder y estatus social.

Para ilustrar esto un poco, es preciso un ejemplo. Aquel individuo o grupo que abiertamente haga el mal, que asuma honestamente su tendencia antisocial y la materialice con actos perjudiciales, quedará inmediatamente en la memoria de la comunidad como perverso y terrorista. Eso es totalmente válido, pero por otro lado, un individuo o grupo, que estando formalmente del lado de la legalidad e investido de las facultades y dignidades que esa posición le otorgan, podrá hacer el mal de manera oculta cuantas veces le sea posible, pues mientras su actos no sean descubiertos y mostrados al público, siempre conservará su honorabilidad y así quedará en la memoria de los que nunca conozcan su verdad.

Si se entiende este ejemplo, se descubrirá la veracidad de la frase del principio. No es solamente ser, sino parecer. Quien delinque y aparenta bondad y rectitud, le lleva una vasta ventaja al que delinque y se halla ante la opinión pública como lo que es, un delincuente.

Esta cuestión es clara y sobre ella podemos encontrar infinidad de ejemplos en todos los ámbitos de la vida. En el ámbito que nos concierne, que es el político-social, es donde se presentan con mayor frecuencia y gravedad estos casos; dado que tenemos tantos personajes aparentemente del lado de la legalidad, aprovechándose de esta situación para mantener a las masas pobres e ignorantes, víctimas de una perversa guerra entre ellos y sus enemigos. Por otro lado, tenemos a los grupos que actúan al margen de la ley y que son objetivo constante de la opinión pública y de los políticos para todas sus jugadas.

Un gobierno elegido “democráticamente” está en capacidad de hacer un mal más ostensible que un grupo terrorista por los siguientes motivos: Primero, porque se haya dentro de la legalidad y posee la confianza de la mayoría; Segundo, porque sus actuaciones se presumirán válidas hasta tanto se demuestre lo contrario, y demostrar esto puede ser peligroso; Tercero, porque tienen a su favor a los medios de comunicación, quienes se encargan al mismo tiempo de ofrecer una información parcializada de los acontecimientos relevantes; y Cuarto, porque en pueblos dóciles como el nuestro la autoridad se respeta sin chistar.

Teniendo esto claro, entenderemos por qué en los países como Colombia la corrupción a pequeña y gran escala está a la orden del día, y al ser esta practicada finalmente por sucios intereses económicos, agrava inexorablemente los problemas que supuestamente los gobiernos quieren día a día solucionar: la brechas tan amplias de desigualdad, los conflictos armados, la precaria educación, la ineficaz administración de justicia, etc. Problemas que llevan muchas décadas afligiendo a estos países y que a la luz de hoy, aunque se hayan mitigado algunos de estos, no encuentran una solución general.

Tantas son las injusticias que se han cometido auspiciadas por los poderosos en detrimento de los más débiles, que un descontento generalizado en la población afectada es apenas obvio. El Estado se proclama garante y protector de los derechos de todos pero la realidad material evidencia otra cosa, nos muestra que los supuestos servidores de la comunidad no son sino servidores de los intereses de ellos mismos y de sus cómplices, aquellos que no ostentan dignidades políticas pero que con su poder económico tienen una voz muy fuerte en todo lo que se hace y deja de hacerse en asuntos de interés público.


Es una lástima escuchar a las personas referirse al conflicto armado en Colombia como el primer y último mal que nos aqueja, como la génesis de todos los infortunios sufridos por nuestro pueblo a lo largo de las décadas. No tienen idea de lo equivocados que están. El conflicto armado, más que una causa, es una consecuencia de la degeneración social que nos rodea desde el principio; no hace 10 ni 50 años, hace siglos; y es esa misma degeneración la que se halla en todos los sectores de la sociedad; no sólo en la clase menos favorecida, sino también en la clase alta tradicional, en la oligarquía que desde los tiempos coloniales ha ostentado el poder político y económico y que desde la legalidad ha delinquido más que cualquier grupo ilegal pero que a pesar de todo, aún sigue venciendo.

lunes, 12 de agosto de 2013

Derecho y opinión pública basada en la ignorancia

“Todos somos muy ignorantes, lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas”. Esta frase de Einstein, aunque trillada, resulta conveniente para lo que comentaré a continuación, ya que es la base sobre la que debemos partir y es una tesis muy acertada, a juzgar por el limitadísimo conocimiento que las personas promedio adquirimos en el transcurso de nuestras vidas.

Ordinariamente, una persona común se desarrolla en un área específica del conocimiento y lo hace generalmente para poder desempeñarse de manera idónea en el ámbito laboral. En realidad son minoría las personas que dedican su vida al conocimiento puro, por el amor hacia este y el deseo de adquirirlo de la forma más perfecta; esto, por supuesto, es mucho más palpable en Colombia, donde la educación no es ni de lejos una prioridad. Así las cosas, generalmente es sólo en un campo donde las personas se desenvuelven más o menos bien, teniendo posiblemente escasos conocimientos de otras áreas, pero en todo caso ignorando en absoluto la gran mayoría de estas.

Yo, que me estoy educando en el derecho, entiendo cada vez más todas las situaciones y procedimientos que a diario los medios masivos de comunicación exponen de manera superflua y, casi siempre, sensacionalista. Al escuchar la precaria presentación que los medios realizan de los procesos judiciales, los escándalos de corrupción, y demás, mi primera reacción es de risa; pero luego, se vuelve una triste indignación al percatarme de la idea tan equivocada y perjudicial que estos reportes le ofrecen a la comunidad en general, porque como es obvio, no todos conocen el derecho ni entienden los procedimientos.

Yo no sé nada de ingeniería, de ninguna, no sé cómo se establece una red informática ni cómo se construye un puente; pero un ingeniero, que probablemente no sabe nada de derecho, no tendrá idea de cómo se desarrolla un proceso penal. Si a una persona ajena a los saberes jurídicos le dicen: “Juez deja en libertad a joven que en estado de embriaguez mató a dos mujeres” y no le explican nada más, lo más lógico es que lance improperios de tipo “A ese juez lo compraron”, “La justicia es para los pobres” y muchos otros más deshonrosos que, para nuestro pesar, tienen alguna validez gracias a los dos mayores vicios de la administración de justicia de nuestro país: ineficiencia y corrupción.

Si bien es cierto que estas dos características se presentan en los procesos judiciales más de lo que deberían, no es menos cierto que la mayoría de las decisiones de las autoridades  tienen un fundamento legal. El hecho de que no le apliquen medida de aseguramiento en centro carcelario a un joven que conduciendo ebrio mató a dos personas (esta es una medida que el fiscal solicita al juez cuando el indiciado representa un peligro para la sociedad) tiene unas explicaciones de índole netamente jurídicas y específicas para cada caso, pero esto JAMÁS quiere decir que el sujeto quedó libre y el proceso ha finalizado, es sólo que no estará en prisión mientras éste se desarrolla.

Para alguien que conozca la ley y tenga criterio, esto es muy claro y no representa mayor dificultad, pero ¿será que todos se encuentran en tales condiciones? La respuesta es claramente negativa, no sólo desconocen por completo estas situaciones sino que, prejuiciados por la mala fama que la justicia colombiana se ha ganado a través de la historia, critican impávidamente todas sus movidas, respaldados a su vez por la gran mayoría de personas que opinan igual.

El problema de los asuntos jurídicos y la opinión pública es precisamente ese, que diariamente son estas cuestiones las que se tratan en los noticieros, pero no de una forma seria y pedagógica, sino de un modo novelesco y sensacionalista, que busca excitar de inmediato las emociones de los que no manejan esa temática. Para lo único que sirve ese modo de exponer noticias es para aumentar el reproche social hacia la Justicia y hacia quienes sirven (o deberían servir) a ella. Jamás se le enseña al individuo común a entender lo que se le muestra ni a interpretar lo que dé lugar a ello, sólo se le enseña a tragar en seco todos esos contenidos que no entiende, a que no cuestione nada y a que salga a la calle a repetir como loro informaciones incompletas y opiniones ajenas.

miércoles, 7 de agosto de 2013

¿Por qué ser conservador en Colombia?

Muchas veces el librepensamiento puede conducir a una manifiesta hostilidad hacia las doctrinas que propugnan un hermetismo mental, herederas de siglos pasados donde el monopolio intelectual y espiritual estaba en cabeza de la institución más corrupta e hipócrita de la historia: la iglesia. En aquella época esto era lo que imperaba; pero actualmente, gracias a los inimaginables esfuerzos de algunas mentes ilustres; esto dejó de ser lo comúnmente aceptado.

Hasta en un país tan conservador y católico como Colombia podemos escuchar voces abiertamente en contra de aquellas posturas retrógadas que, sumándoles el ostensible poder de quienes las manifiestan, llegan fácilmente a convertirse en estándares sociales impuestos a manera de leyes, lo que les hace poseer clara legitimidad. Estas voces opositoras de las que hablo, cada vez penetran en más mentes y hacen lo propio: las abren.

Saber esto es un gran aliento. Quienes somos partidarios de la contradicción, del debate y del pluralismo, estimamos mucho estas manifestaciones y cuando tenemos noticia de alguna de ellas decimos: “hay más gente pensando”. Sin embargo, esto no puede ser en ningún momento motivo para bajar la guardia, puesto que si bien es cierto que estas posturas divergentes cada día se infiltran en más mentes, no es menos cierto que a pesar de todo lo debatido, luchado y demostrado,  los que pensamos diferente seguimos siendo menos.

Estamos en el 2013 y seguimos siendo minoría, esto es un hecho y una gran ventaja para las mentes conservadoras. Cuando hablo de mentes conservadoras no me refiero a los miembros del Partido Conservador solamente, sino a todos aquellos que, sin importar el partido en el que militen, poseen una mente hermética. Estos personajes son mayoría y los que dentro de sus grupos ostentan el poder, tienen a su servicio a esa masa amorfa de personas desprovistas de cualquier criterio propio y herederas del pensamiento inquisidor de la Edad Media. Es en esta cuestión, y en ninguna otra, donde reside la ventaja del pensamiento conservador.


Teniendo esto claro, es apenas obvio que en el sistema democrático que nos rige,  las decisiones políticas sean casi siempre predecibles e indeseadas para todos aquellos que tienen memoria histórica; lo cual parece ser una excepción frente a la gran mayoría de amnésicos que en nuestro país viven. Todas estas posturas, juicios y determinaciones que en ocasiones los librepensadores despreciamos, poseen una caudalosa aceptación por parte del común de la sociedad colombiana, y es esto lo que les da la firmeza que necesitan para mantenerse en pie a pesar de todo. El problema no es de los políticos, el problema es de todos nosotros, sociedad mansa.