Nacemos y crecemos. Al crecer, nos hacemos más realistas
y le quitamos el tono ilusorio y fantástico a la vida que vivimos y al espacio
donde nos ha tocado vivirla. Tal es el proceso de crecimiento de una persona
común, ir concientizándose de que las cosas no van a suceder mágicamente y de que
la sociedad transparente y amigable en la que creemos habitar, no es más que
una utopía propia de la niñez.
Quienes habitamos el mundo, además de ser hostiles, somos
incoherentes y apoyamos esa incoherencia y esa hipocresía universalmente para
vivir de la más cómoda manera, criticando y juzgando los errores de los demás
mientras que ocultamos los nuestros. Muy pocas veces damos la mano a los
débiles porque estamos siempre ocupados buscando nuestro beneficio personal, lo
cual es hasta normal; pero hay quienes, no contentos con esto, repudian al que
se ve obligado a actuar mal para poder sobrevivir. Eso es, en mi opinión, lo
más facilista e inconsciente que una persona puede hacer.
Los padres le dicen a sus hijos que actúen bien, los
sacerdotes le dicen a los creyentes que actúen bien, los profesores le dicen a
sus alumnos que actúen bien, los mandatarios le dicen a sus pueblos que actúen
bien, pero ¿podrá un individuo actuar bien cuando no se le da lo necesario para
que lo haga? ¿podrá obedecer las leyes cuando quienes las hacen son quienes las
quebrantan más gravemente? ¿podrá trabajar para construir un mundo mejor cuando
el mundo en el que vive se le presenta diariamente como un infierno?
Si obligar a alguien a hacer algo ya es negativo,
imagínense lo que será obligar a alguien a hacer algo sin brindarle los medios
para que lo haga. Quienes detentan el poder tienen de su lado una serie de
fuerzas que son las que nos obligan física y mentalmente a hacer ciertas cosas
y a no hacer otras.
La ley dice que robar es un delito y la policía está ahí
para reprender al que roba; pero yo no me abstengo de robar por eso
precisamente, sino porque realmente no lo necesito y porque algo en mi interior
me dice que no debo. Por otro lado, un desempleado que tiene familia y uno de sus
hijos padece de una enfermedad, ¿será que cuando se le presente la oportunidad
de delinquir para ganar dinero, no lo hará? En la mayoría de los casos sí lo
hará. Al carajo la ley, la moral y la persona que resulte afectada, este personaje
va a hacer el mal porque necesita hacerlo, porque tiene una necesidad urgente y
quienes deberían ayudarlo a satisfacerla, no lo hacen. Es así de sencillo.
Quien
tenga la oportunidad de ser una buena persona, que lo sea; quien tenga los
medios para cambiar el mundo, que lo cambie. Sé que personas que viven en
situaciones similares a las mías, tendrán posibilidades de escoger lo que
quieren ser, y cada quien también tendrá cierto
grado de potestad sobre lo que hará. El gran problema reside en los que no
tienen tal posibilidad, puesto que aunque haya quienes dicen que uno siempre
puede elegir entre el bien y el mal, no es lo mismo elegir libremente que
elegir con un gran peso encima.