martes, 31 de diciembre de 2013

La verdad.

Sabemos muy bien que uno no puede decir siempre la verdad. Ellos querían que yo la dijera, pero es simplemente imposible. Nadie dice siempre la verdad. La verdad, ¡qué gran tesoro! ¿Hay que recordar cómo las religiones han vertido toneladas de sangre a través de los siglos porque dicen tenerla? Creo que no, pero así como se dice que la verdad es algo que muchos buscan diariamente en las páginas de complejos libros, hay que decir otra cosa sobre la verdad: Es excepcional. Son más las veces que uno miente que las que dice la verdad.

En los negocios no se dice la verdad, en la política no se dice la verdad, en la vida familiar no se dice la verdad, y así en casi todos los campos de la vida humana. Ya dirán algunos que en realidad uno sí dice la verdad, sólo que a medias; ¿pero qué es decir la verdad a medias? En mi opinión, es no decirla en absoluto. Sólo en algunas partes podemos encontrar verdad pura. En el arte, por ejemplo, se pueden encontrar las verdades más bellas y trágicas de la vida humana, dichas sin rodeos por el creador de la obra, quien al hacerlo se libera pero a su vez se expone al rechazo y a las acusaciones por parte de las personas a las que el mensaje llegue.

Es quizás en el arte genuino donde se puede decir la verdad sin vacilaciones, sin restricción, todo por un sentido estético que busca tocar las fibras más finas de nuestro ser. En el arte real, claro está, en el arte desinteresado, no en el banal entretenimiento hecho con fines comerciales, no en esas canciones donde quien escribe la letra y quien la canta son personas diferentes, unidas sólo por un contrato, ¿qué verdad puede haber ahí? Esos son puros negocios, en los que como ya dije, no es usual decir la verdad. Así las cosas, podemos decir que ni siquiera en todo tipo de arte se puede decir la verdad.

Pocos son los que le dicen al jefe que lo odian y que a la mierda con la puntualidad y el buen servicio al público, pocos son los que llegan donde el mal profesor a decirle lo aburrida e inútil que es su clase y lo tortuoso que es cada minuto de esta, pocos son los que mandan a callar a sus amigos cuando empiezan a contar historias que sinceramente no les interesan, pocos son los que dejan su estado de malsana comodidad para luchar por una causa noble que sin duda es arriesgada. En fin, son muy pocos los verdaderamente sinceros, pero en esta sociedad de valores trastocados eso es apenas normal, no hay nada de extraño en que la mayoría de nosotros hagamos parte de esto, la mayoría de veces hasta inconscientemente.


Siendo así, vemos que la verdad es excepcional y es peligrosa, algunos dicen que la verdad nos hará libres, pero bueno, cada quien con sus creencias, yo por mi parte veo más posible el hecho de que termines preso por decir la verdad, o muerto.

martes, 17 de diciembre de 2013

Carta abierta de la élite al líder popular.

Estimado señor, siendo nosotros conocedores de los grandes logros obtenidos a lo largo de su vida pública, de su innegable locuacidad e impecable talento en la oratoria y, por supuesto, del masivo aprecio que hacia usted tiene el pueblo, hemos de hacerle una sutil recomendación para que en los tiempos que se avecinan no tengamos problemas y que las relaciones que hayamos que tener se mantengan de la mejor forma. ¿Cuál es la recomendación? Muy simple: Que su discurso no se atreva a pretender cambiar la realidad de la vida política y social. ¿Para qué seguir esta recomendación? Más simple aún: para que pueda usted culminar su carrera sin amarguras ni desazones y mucho menos complots en su contra.

No nos interesa si es usted de derecha o de izquierda, esa sobrevalorada división ideológica que parece haber definido la historia del siglo XX ya no tiene mayor importancia. Figuras tanto de uno como de otro lado han sido condenadas por las más deshonrosas prácticas, lo que nos lleva a la conclusión de que tal dicotomía no le sirve ya a los que quieren hacer algo bueno por este mundo. Por otro lado, es cierto que ninguno de los firmantes de esta carta estamos interesados en mejorar el estado de las cosas, en lo más mínimo, y es por eso mismo que la redactamos y se la hacemos llegar. ¿Mayor claridad? Está bien: Usted puede hablar sobre un cambio en sus discursos, puede prometerlo incluso, pero no puede pretender que tal cambio ocurra efectivamente, ni siquiera puede usted hacer algo que propicie tal cambio. La razón de esto es muy simple: No sólo nosotros no queremos un cambio, casi nadie en realidad lo quiere. No se extrañe, por favor, es la verdad.

Fíjese bien en las personas, todas están preocupadas sólo por sus pequeños mundos, por llegar puntuales al trabajo, por complacer a sus seres queridos, por no gastar más dinero del necesario, por sentirse y verse bien, etcétera; ¿ha visto a la mayoría de las personas reclamando un cambio? Jamás, la mayoría sólo se conforma con ver el noticiero de 12:30 y quedarse sin entender por qué unos campesinos quieren mejores condiciones y por qué el gobierno le pone tantas trabas al asunto. Saben que eso pasó, pero no saben por qué, por ende mucho menos van a querer apasionadamente un cambio en el estado de cosas. Mientras no los toque, no les va a importar.

Nosotros le damos sustento a la mayoría de las personas, le damos la esperanza de una vida mejor si trabajan más, le damos entretenimiento todas las noches en sus televisores, le damos la protección necesaria para que al menos dentro de sus casas se sientan seguros. Ellos, mientras tanto, nos permiten continuar con nuestros negocios sin mayor inconveniente. Todos felices, el tan anhelado “orden público” como nunca antes. Amos y siervos juntos al fin en armonía, pero tales relaciones sólo se logran porque los siervos no son conscientes de que son tal cosa.

De esa mentira y de unas otras más depende el orden, ¿y quién es usted para intentar violentarlo? ¿El gran salvador, acaso? Con encender las mentes de los inconformes no le será suficiente, recuerde que los deseos incumplidos de las personas que usted dice representar no son los deseos de la mayoría, al menos no de la mayoría de las personas con relevancia, y mientras tal sea el panorama, lamento decirle que sus esfuerzos serán inútiles.

Hay que aclarar de paso que esta no es una amenaza para que usted no se haga al poder, es tan sólo un recorderis para que no olvide con quienes tendrá que relacionarse y a quienes va a tener que permitirle ciertas cosas en caso de que eso suceda. Todo esto lo escribimos para que lo tenga usted en mente, ya que vemos que tiene grandes posibilidades de llegar a ocupar ese puesto tan importante, y lo que menos queremos es tener relaciones difíciles una vez usted se halle en esa posición, sabrá usted que tan pronto se vuelva una piedra en el zapato para nosotros, no habrá dudas sobre la necesidad de sacarlo del camino.

No siendo más, le deseamos la mejor de las suertes y esperamos que esta misiva le ayude a reflexionar sobre sus futuros movimientos, por el bien de todos.