lunes, 19 de mayo de 2014

De los medios y la sagacidad política

“Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques, todo lo demás son relaciones públicas”. Esta definición, enunciada por George Orwell, resulta bastante temeraria y, si se quiere, revolucionaria. Sin entrar a disertar acerca de su validez ni de su aplicabilidad en la práctica profesional (prácticamente nula para el periodista que quiera vivir tranquilo), quiero referirme hoy al discutible y controversial papel que juegan los medios de comunicación en los temas de interés general, más exactamente, los que se presentan en tiempos electorales.

Con el argumento de que el periodismo tiene que ser objetivo y describir las cosas tal como suceden, los medios presentan diariamente una serie de situaciones que muy pocos espectadores entienden, pero sobre las cuales opinan y debaten como si tuvieran total claridad. No estudio periodismo pero me doy cuenta que ello es así porque gran cantidad de las noticias diarias tratan temas judiciales, temas que sólo podrá entender quien sepa de leyes pero que son presentados sin ninguna profundidad y con un sensacionalismo que enardece al público y lo hace insultar y formarse ideas equivocadas de los problemas.

Si lo jurídico es delicado, imagínense lo político. Nada más hay que ver cómo la rivalidad en este campo termina pareciéndose mucho a la rivalidad entre equipos de fútbol o cantantes de vallenato. Muchos de los partidarios de un determinado político ven a éste como un dios, critican a los que lo contradicen y, lo más triste, renuncian a la razón para convertirse en predicadores incondicionales de una ideología y de un modo de actuar que aunque tengan su lado positivo, pueden también tener uno negativo.

La política es noticia, claramente, puesto que de no serlo rompería con el principio de publicidad que debe rodear toda la actividad pública, ¿pero debe la noticia ser instrumento de la política? Aunque no es lo que se desea, en la práctica es lo que se da. Siendo ingenuos, podemos decir que los medios caen en el juego de los políticos al hacer noticia con muchas de sus actuaciones, dándoles fama a estos; pero siendo escépticos, podemos decir que los medios se hallan al servicio de los políticos, en lo que termina siendo una guerra de improperios y calumnias que, paradójicamente, beneficia a estos últimos.

Los medios de comunicación son el terreno más propicio para la contienda electoral, los candidatos lo saben y algunos sacan provecho de esto montando una obra de teatro que fascina a la mayoría y escandaliza a unos pocos. Se trabaja con números, obviamente, así que no importa cuántos estén hastiados de la política belicista y revanchista en tanto no sean mayoría. Para su fortuna, la mayoría sigue distraída y encantada con esta forma de ejercer la democracia.

Ya ni siquiera se trata de si las afirmaciones hechas por un candidato en contra de otro son ciertas o no, sino del hecho de que quien afirma no tiene la más mínima autoridad moral para hacerlo, pero lo hace y la gente lo apoya, así que en realidad este personaje sí sabe hacer política en su país, no cabe la menor duda. Señor lector, piense usted un momento como político y dígame, si sus reprochables actuaciones son apoyadas por un considerable número de ciudadanos y lo ayudan a usted a mantener su poderío, ¿dejaría usted de realizarlas por el hecho de que son reprochables? Si su respuesta es un sincero Sí, lo felicito, pero déjeme decirle que no llegará lejos en la vida pública de nuestro país, Colombia.


“Usted no se preocupe por esos votos, más bien póngase a pensar en el próximo escándalo que le vamos a mostrar a los medios para que tengan material que pasar”, me imagino que esa es la forma de proceder para quien pretenda llegar a la Casa de Nariño. Nadie ha dicho que es ético pensar así, pero sí es válido si se es candidato a la presidencia y se tiene en cuenta que eso a la gente le gusta. ¿En qué termina siempre la cuestión? En que el problema está en nosotros. No se trata de echarle la culpa a Caracol, a RCN, a Uribe o a Santos; ellos están luchando por lo suyo, pero usted ¿aun sigue cayendo incauto o ya se dio cuenta de que lo que digo es cierto?