Las
palabras “Paz” y “Guerra” ya retumban en mis oídos y hasta se aparecen en mis
sueños, todo ello gracias a la actual campaña reeleccionista que culminará (Por
fin) este domingo. Tienen razón quienes afirman que esta situación es así
porque históricamente nos encontramos en un momento crucial (Supuestamente),
pero también es cierto que desde que la campaña por la Presidencia inició, la
palabra “Paz” se ha prostituido de tal forma que ya nos cuestionamos hasta qué
punto es tan cierto todo lo que se piensa sobre ella.
Si
me preguntan por el título de este artículo, por mi imagen de encabezado en
twitter o por el libro que yo le recomendaría a cualquiera que le guste la
literatura y la política, la respuesta será la misma: “1984” de George Orwell. En
esta obra, un régimen totalitario gobierna gran parte del mundo y su consigna
principal de su partido es “La Guerra es la Paz, la Libertad es Esclavitud, la
Ignorancia es la Fuerza”. Quien lea la novela, se hará una idea de cómo
funcionaron los más grandes regímenes totalitarios de la historia, a saber, el
Nazismo y el Estalinismo.
Sobra
decir que en Colombia estamos muy lejos de una situación como la de aquellos
días en aquellos territorios, pero en lo que quiero hacer énfasis hoy es en el
título de mi reflexión: La guerra es la paz. ¿Por qué el autor se habrá
imaginado eso? ¿Por qué lo escribió? ¿No es acaso muy revolucionario? De hecho
sí, pero con todo, aunque muchos comunistas hayan tomado como referencia
ideológica esta novela, basta darnos cuenta que el panorama ilustrado en ella
toma mucho de la Unión Soviética de Iósif Stalin; máximo exponente del
comunismo a nivel mundial, para reírnos de estos personajes.
¿Qué
pasa entonces? Si el gobernante, si el Gran Hermano de “1984”, junto a todo su
aparato estatal, afirma que en el continente todo está muy bien y que la única
amenaza está afuera, en aquellos que osan cuestionar su legitimidad, y por ende
sólo contra ellos debe dirigirse el repudio ciudadano y el ataque de las
fuerzas armadas; tendremos entonces que concluir que ese estado de guerra
exterior nos conduce a un estado de paz interior. “Todo está bien aquí, el
problema está afuera, en los otros, no nos preocupemos por lo que hacen quienes
nos gobiernan, más bien, ataquemos al enemigo”, podría decirse.
Trayendo
a contexto lo anterior, es claro que en nuestro país actualmente no estamos en
guerra con otros, pero lo que sí existe es una guerra interna entre el Estado y
la insurgencia, una insurgencia que a lo largo de las décadas ha perdido toda
legitimidad para llegar al nivel del terrorismo más impúdico que se pueda
practicar. Sin embargo, el hecho de que esta insurgencia exista, hace que
algunos de nuestros caudillos y dirigentes centren sus discursos y su accionar
político casi exclusivamente en ella, a tal punto que muchos creen que son el
único mal que padecemos.
Sin
duda las guerrillas han desangrado el país por varias décadas y son un problema
que nos mantiene en el dolor y el atraso, ¿pero será que alguien se ha
preguntado por qué surgieron? ¿la desigualdad, la corrupción y la falta de
educación tuvieron algo que ver? En efecto han tenido que ver, pero eso no se
combate con la misma fuerza con la que se combate a los grupos al margen de la
ley, en esos problemas no se centran los gobiernos, pero si son estos los que
dieron hace 50 años el origen a un conflicto armado, ¿Qué nos hace pensar que
únicamente con el hecho de que se acabe la insurgencia todo va a estar bien?
Eso es tan sólo el inicio, pero por algo hay que empezar.