jueves, 27 de febrero de 2014

Votar para vivir

Recordé hoy que el próximo fin de semana serán las elecciones y por ende habrá ley seca. ¡Qué tristeza! ¿Qué haremos ahora? Yo, por mi parte, les compartiré esta reflexión que me parece muy pertinente en estas fechas.

Si tenemos claro que el voto es una de las más representativas manifestaciones de lo que se conoce como Democracia, llegaremos a dos conclusiones: Primera, que el voto popular es una cuestión seria y que como derecho debe ser ejercido de manera consciente para que todo este tema del interés general sea real y efectivo; y segunda, que los que aún creen que en Colombia hay una democracia respetable están muy lejos de la realidad, ya que lo que aquí hay es una versión bastante triste de esta forma de gobierno.

Todos los candidatos se presentan con unos programas y unas tesis que le dan fundamento a su discurso, ¿Pero quién los lee y los critica? ¿Acaso será la mayoría de la población votante? Por supuesto que no. Los dichosos programas que los aspirantes presentan al momento de lanzarse a la contienda electoral no son la principal razón por la que la gente decide votar por este y no por aquel, y aunque no voy a llegar al extremo de decir que esos planes de gobierno no son más que una sarta de mentiras con una apariencia bastante formal y esperanzadora, sí voy a afirmar que la verdadera razón por la que la mayoría de las personas vota por un candidato X es más sencilla de lo que se cree. ¿Cuál es, entonces, la razón? Muy simple: uno vota por el candidato que más le ofrece beneficios a uno y a los suyos.

¿Beneficios personales? ¿De eso se trata todo? Sí, de eso se trata, eso es lo que mueve la maquinaria política tradicional: La necesidad personal que es posible satisfacer mediante los beneficios que, de salir electo, podrá brindarnos nuestro amigo candidato. ¿Por qué son tan pocos los que rechazan esto? Porque en este país de pocas posibilidades, el ciudadano necesitado se conforma con unas migajas que mitiguen el hambre suya y de su familia. Y eso no se critica, pues tiene todo el sentido del mundo, el hambre mitigada rápidamente es más atractiva que alzar la voz en contra de la tradición de nuestra política “democrática”.

Pensemos en que la necesidad de los miles de ciudadanos por tener mejores condiciones de vida desapareciera, pensemos en que el destino de las personas de precaria situación económica dejase de depender de su participación en el sistema político, ¿Qué pasaría? Pasaríamos de pensar en las demandas básicas para nuestro sostenimiento a pensar en cuestiones trascendentales, en darle el verdadero sentido que la política merece, no el de simple negocio disfrazado de actividad virtuosa y altruista; puesto que así es como es en la actualidad, casi todo está asegurado para el que tiene los medios económicos.


Es una situación compleja, no hay una verdadera libertad de voto, no la hay para mi, probablemente para ti tampoco. Quizás aquella persona desvinculada de la política sí tenga plena autonomía al momento de escoger al candidato que prefiera, pero muy seguramente no le interesa y hará caso omiso a estos eventos que se presentan cada 4 años. Más allá de cualquier invitación a votar a consciencia (que sería hipócrita en demasía), esta es una invitación a reflexionar sobre algo que parece muy simple, pero que no lo es. Reflexionar individualmente podría ayudar a un cambio dentro de algún tiempo.

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